viernes, 16 de noviembre de 2012

Jordi Sierra i Fabra: "La mayoría de autores no seguimos modas ni tendencias, vamos por libre, escribimos lo que sentimos"

El escritor Jordi Sierra i Fabra es seguramente uno de los autores más prolíficos de nuestro panorama editorial. Ha escrito por ahora más de 400 novelas, muchas de las cuales han sido traducidas a veinte idiomas diferentes y entre sus innumerables premios figura el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Cada año publica varias novelas y este 2012 nos sorprende con Sólo tú una novela juvenil romántica que nos sumerge en una historia sobre la fuerza del amor entre dos personajes inmersos en los problemas de la industria musical.
Entrevista de Carmen Fernández Etreros
—Sólo tú es una novela romántica en la que el amor entre sus protagonistas es el centro de toda la trama, ¿vuelve el amor a la literatura juvenil después de tantos años de triunfo del fantasy?
—A mí es que siempre me pasa igual. Tengo una idea, la planifico, hago el guión, escribo el libro, y pueden pasar a veces meses o años entre eso y que se publique. Entonces a lo peor aparece en medio de una tendencia y dicen que me he apuntado a ella. O todo lo contrario, no tiene nada que ver, y alguien dice que no estoy al día. ¿Cuándo entenderá la gente que la mayoría de autores no seguimos modas ni tendencias, que vamos de por libre, que escribimos lo que sentimos, cuando lo sentimos y cómo lo sentimos, que no aceptamos encargos, y que es el azar el que determina estos aspectos? Es más: hay algunos autores que somos los que marcamos tendencias, como hice yo hace más de 20 años con mi forma de entender y escribir el realismo. Tengo al menos dos docenas, o más, de ejemplos ilustrativos. Cuando escribí Casting faltaban seis meses para que apareciera la primer Operación Triunfo, la de Bisbal, Rosa, Chenoa, etc. Menos mal que puse la fecha al acabar la novela. Sin embargo al editarse, en plena fiebre “triunfera”, no faltó quien no se dio cuenta de esa fecha y dijo que yo me apuntaba la moda. Hay que tener siempre en cuenta cuando se hacen las cosas. Enmarcar una novela en su contexto temporal es básico.
Sólo tú la estuve planificando en 2007, hice el guión en una playa en Santa Marta (Colombia) en primavera de 2008, la escribí ese año en verano, y se editó en catalán en 2009. Ha tardado 3 años en aparecer en castellano porque a las editoriales les daba miedo que una chica de 17 hiciera el amor, y más con un tipo de 38, así de simple, duro y cruel. Aparece ahora y resulta que como es una novela de amor, estoy en la estela de Moccia y otros (que no he leído). Yo no sé si el amor vuelve a triunfar porque estamos en crisis o porque el fantasy vampírico lo ha puesto de moda o... No tengo ni idea. Soy escritor, nada más. Quería hablar del fin del mundo del disco (que fue mi mundo parte de mi vida) y por eso cree el personaje de Rogelio; quería hablar de un tipo básico de chica que viene a mi casa mucho, inteligente, madura, que ama la música, que sabe un montón pese a ser adolescente, y por eso cree a Beatriz. Y quería hacer una novela gorda, gorda, para explorar a conciencia esos personajes y sus sentimientos, que es lo que he hecho. Disfruté mucho con ese libro, enormemente. Para mí es todo lo que cuenta. Quería explicarlo con pelos y señales y ya está. ¡Qué tranquilo se queda uno, oh!
—En la novela los protagonistas, Beatriz, una joven bloguera que va a cumplir dieciocho años y Rogelio, un afamado representante de grupos musicales, se llevan veinte años, ¿el amor no entiende de años y edades? ¿«El amor debe ser absoluto» como llega a decir Rogelio en la novela?
—Cuando plantee la historia pensé: ¿cómo se conocen una chica de 17 años y un tipo de 38? Rápidamente pensé en la música como nexo. Él es un ejecutivo y ella una bloguera. Fue perfecto, porque funcionó de inmediato. Él vende discos, pero no tiene ni idea de música, sólo sabe que tiene un producto. Ella en cambio sí ama la música, la conoce, la siente, ha ido a las raíces para saber de dónde vienen las cosas, no desprecia lo que se hacía antes (como la mayoría hace inconscientemente). Eran dos personajes antagónicos, opuestos en todo, y eso es lo hermoso del amor, lo que hace que sea una fuerza telúrica imprevisible, porque cuando se conocen... se sientan atraídos el uno por el otro, y eso ya es imparable. A través de la novela vemos como no hacen el amor hasta más allá de medio libro, porque no es una cuestión visceral, sino sentimental. No es un clásico libro de pasiones, ni un argumento tipo 'aquí te pillo aquí te mato'. No, son dos personas que se enfrentan a una decisión sublime. Se aman pero hay un abismo entre ellos. Por eso digo que el amor es absoluto, las feromonas se ponen a actuar y no hay quien las pare. Y la gente se enamora así igual a los 15 que a los 30, los 50 ¡o los 60! Perder la cabeza es lo más hermoso y a la vez inquietante del mundo.
Sólo tú no es únicamente una novela romántica sino que plantea otros muchos problemas de nuestro siglo, entre ellos la crisis del mundo de la música que es una de las grandes preocupaciones de la novela, ¿cómo ves el panorama de la industria musical?
—Fatal. Ya no existe el mundo de la música. Hace 40 años yo tenía cinco revistas de música y un programa de radio, viajaba con las estrellas del rock, las entrevistaba, cenaba con ellos, eran mis amigos. Me patee medio mundo así. Lo dejé todo en pleno éxito porque quería escribir novelas. Luego, poco a poco, he visto el deterioro, como cerraban las discográficas, como mis amigos se quedaban en el paro, como morían las tiendas de discos... Todo muy triste. Y la piratería. Ver tu disco (o mi libro) en un top manta, a dos euros, cuando tú sabes lo que te costó componerlo, grabarlo o editarlo... La gente pide cultura gratis y eso es una memez. Y más en España, que está el culo de Europa en comprensión lectora pero está en el top-10 de países más piratas. ¡Qué vergüenza! ¡Qué amargura! Yo tengo dos Fundaciones de ayuda a jóvenes que quieran escribir, trato de hacer una labor social (en la de Colombia, además, fomentamos la lectura y la cultura para erradicar la violencia). Cuando me roban a mí, están robando a niños que no tienen nada y a los que un libro puede salvar. Yo regalo libros, a instituciones, a bibliotecas, a la gente que viene a mi casa. Pero los regalo yo, cuándo y cómo quiero. No acepto que otro me lo robe. ¿Qué gana alguien copiando un libro entero para colgarlo en la red? Lo que ha sucedido con el mundo de la música empezó así. Yo tengo en mi casa 30.000 discos, y son maravillosos, son álbumes, fundas espectaculares hechas por grandes diseñadores, puedes tocarlos... Ahora todo está en un iPod, o peor, en You Tube. Esta generación oye música en un aparato que no va a educar su oído, así que habrá más ignorantes casuales, gente que no diferenciará un agudo de un grave, o un oboe de un corno, una Stratocaster de una Gibson o...
Por todo eso quería hablar de este mundo que muere y ya no volverá. Una pena. No sabéis lo que os estáis perdiendo, tíos y tías. No tenéis ni idea. Y sí, si no lo conocéis, no os importa (Ojos que no ven, corazón que no siente, dixit), pero los que hemos vivido y valoramos los dones de la vida...
También otro tema de la novela es la importancia que están adquiriendo los blogueros como Beatriz como nuevas voces críticas en la valoración de campos como la música o la literatura, ¿crees que benefician estas nuevas voces?
—Habría que hablar mucho de los blogs, y no quiero meterme en líos porque siempre se acaban malinterpretando mis palabras, por constructivas que sean (la gente no sé si sabe leer o se queda con lo que quiere quedarse, que suele ser lo negativo según su parecer). Por lo general los blogueros son gente sincera, que trata de hacer algo útil, pero hay comentarios viscerales, personas que no entienden lo que han leído, respuestas de lectores del blog que insultan escondidos en el anonimato del nick name. ¿De verdad una bloguera o un bloguero de 15 años puede juzgar una novela más allá del me gusta o no me gusta? Hay que haber leído mucho, mucho, para poder juzgar el trabajo de los demás. Yo estoy a favor de los blogs, pero incluso Beatriz, en el suyo, se carga al grupo que está promocionando Rogelio, y Rogelio reacciona con furia, porque si ese grupo no vende, la discográfica cierra. Esto lo considero grave, y más cuando la novela no se entiende o se malinterpreta. Cuando escribí Ocultos, donde hay un personaje inmortal que tiene una maldición (todas las mujeres han de enamorarse él), se escribió en algunos blogs que 'la historia de amor era débil'. ¡Pero si no había historia de amor! Si él tiene una maldición es lógico que la chica se enamore, pero punto. Y cuando publiqué Quizás mañana la palabra amor... alguien escribió que 'no se tragaba' (con estas palabras) que él se enamorara de ella a la primera. Pues mira, yo me he enamorado siempre así, a la primera, sin siquiera hablar con ella, con sólo verla. Y ha funcionado siempre. La vida da experiencia, leer ayuda, pero cuidado. Hay que respetar el trabajo ajeno. No basta con decir “me gusta o no me gusta”, que es a lo que hemos llegado con tantos facebuques y tantos tuiters (a X personas les GUSTA ESTO). En resumen: beneficios, sí. Pero cuidado. Sólo digo eso. No es un juego. Se puede hacer mucho daño inconscientemente.
¿Qué importancia crees que tienen en una novela como Sólo tú, y en general en la novela juvenil, los diálogos cortos y que la acción sea dinámica?
—Bueno, desde que empecé a escribir con 8 años siempre he escrito igual, es mi manera de hacerlo en la mayoría de mis 400 libros: capítulos cortos (como escenas de cine) y mucho, mucho diálogo. Es famosa ya mi frase: 'Lo que puedan decir dos personajes dialogando, que no lo cuente el narrador narrando'. Mis novelas están vivas, son intensas y directas por esa visceralidad, porque están llenas de sentimientos y de personajes vivos. Supongo que por so gustan a la mayoría y se venden tanto. Otra constante (que algunos blogs no entienden) es que apenas los dibujo, no los describo, para que el lector los imagine y los haga suyos. Eso y mis finales abruptos, para dejar al lector pidiendo más. Es mi manera de ser, guste o no.
En cuanto a la importancia de Sólo tú... Pues bueno, no es más que una novela, un entretenimiento. Es a lo máximo que aspiro como artista, que la gente se lo pase bien con mi obra. Si además les hago pensar un poco... mejor. Sobre si diálogos y capítulos cortos son también importantes... insisto, ni idea, yo escribo así. Supongo que esa manera de hacerlo ayuda a ir más rápido. Una parrafada de dos páginas puede ser infumable. Un diálogo de tres líneas puede decir mucho más que esa parrafada, que suena externa, mientras que el diálogo es interno.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Rocío Carmona: "He sentido que daba un pasito adelante"

Rocío Carmona sorprendió a lectores y crítica con su primera novela, La gramática del amor, un homenaje a la literatura en clave de viaje iniciático. Ahora, publica El corazón de Hannah, una historia en que las tradiciones de la comunidad amish le sirven de excusa para narrar con suspense y emoción un despertar al mundo y, por supuesto, a los sentimientos.

Entrevista de Care Santos

Lo primero que sorprende de El corazón de Hannah es que haya elegido a la comunidad Amish como protagonista de la novela. ¿Por qué ellos?
 
—Un amigo me trajo una revista alemana donde aparecía un artículo acerca de una mujer amish que había abandonado a su marido y a su comunidad para marcharse a Nueva York. La historia me impactó y ese fue el germen de la novela. Me pareció muy atractivo imaginar qué podría pasarle a una chica que ha vivido toda su vida en una comunidad muy religiosa y cerrada, en un contexto rural y con costumbres más propias de otra época, cuando de repente se ve en una sola en gran ciudad, alejada del mundo pequeño y lento que ha conocido hasta el momento.
 
¿Es una novela dickensiana por pretensión de su autora o porque así lo quería la historia? Y ya que estamos en el año en que se conmemoran los dos siglos del nacimiento del autor inglés: ¿Qué hay entre Dickens y usted?
 
—Algunos lectores están diciendo que la novela tiene cierto aire dickensiano por los constantes cambios de fortuna de la protagonista , y quizá por el estilo de algunos de los personajes. En todo caso, y salvando las distancias, si es así es porque la historia de Hannah lo requería. Es una novela de iniciación con experiencias muy chocantes para ella e impactantes para el lector. Y Dickens me encanta, como casi todos los novelistas victorianos. Creo que lo primero que leí de él fue una versión adaptada de Canción de Navidad cuando era niña. Me impactó tanto que todavía recuerdo la portada de color rojo y las ilustraciones en blanco y negro.
 
Es una novela con numerosos referentes literarios -también lo era su debut La gramática del amor y que parece volver la espalda a las modas imperantes. ¿Tiene algo que ver todo esto con su concepción de la literatura? 

—Me gusta que me hagan estas preguntas porque soy bastante espontánea en la forma en que me enfrento a esto de escribir, y no suelo plantearme nada de antemano. Escribo, simplemente. Lo que quizá ocurre es que amo tanto los libros, los vivo con tanta pasión y a la vez con tanta naturalidad, porque están en mi día a día desde siempre, que no puedo evitar hablar de ellos todo el tiempo. A menudo cuando me enfrento a una decisión o a un obstáculo me acuerdo de cierta escena de cierta novela, o pienso qué haría ese personaje en mi situación. Es como cuando uno se enamora y no para de hablar de lo guapa, lo inteligente y ocurrente que es su pareja. A mí me pasa con ciertos autores y ciertas obras, y luego esto se filtra en mis novelas. Más que una idea de la literatura es una especie de compulsión de la que no puedo escapar.

Dicen que la segunda novela es la decisiva para que un escritor pueda considerarse tal. ¿Qué sentía mientras la escribía?

—He sentido que daba un pasito adelante. Creo que aún me queda mucho por aprender, pero con esta novela me he notado más segura, con un mayor dominio de la historia y de la técnica. Y la verdad es que he disfrutado mucho.
 
¿Qué le pasará a un lector de 50 años que lea El corazón de Hannah

—Una de setenta y tres acaba de decirme que ha devorado la novela en ¡una sola noche! No lo sé, puede pasar que le entretenga y le sorprenda, que sufra con las idas y venidas de Hannah, que se alegre cuando las cosas le salen bien… O que no le guste. Las posibilidades son infinitas. La protagonista tiene dieciséis años pero creo que su historia puede interesar a cualquiera porque la peripecia que describe, el momento de paso hacia la madurez, es universal, a pesar de las diferencias culturales y geográficas.
 
¿Y qué le gustaría que se le pasara por la cabeza a uno de 15?

—Me gustaría que lo pasaran bien, que se metieran en la novela y se olvidaran de todo lo demás. Mi sueño es conseguir secuestrarlos de la realidad por unas horas.

viernes, 26 de octubre de 2012

Juan Eslava Galán: "Soy una fusión en frío de doña Ermengarda y Marmite"

Con sencillez, naturalidad y muchísimo sentido del humor, Juan Eslava Galán desvela en esta entrevista alguna de las claves de su última novela, Últimas pasiones del caballero Almafiera (Planeta), una aventura emparentada con aquella feliz En busca del unicornio, que nos devuelve al mejor y más auténtico Eslava: el de la novela histórica de ambientación medieval. Sus filias, la relación con sus lectores y, en especial, con sus personajes quedan en sus palabras al descubierto.

1212 es una de las escasas referencias históricas que todo español recuerda, ¿por qué?, ¿y por qué una celebración jovial y festiva de la batalla, que no una visión derrotista como es habitual, como tenemos de casi todos nuestros grandes acontecimientos históricos?
—Era una fecha fácil de recordar, doce-doce. Quería conmemorar la batalla que llevo toda la vida estudiando, pero ahora apenas hay lectores (hombres quiero decir) sino más bien lectoras. O sea, ya me hago un lío. No es que no haya lectores, por supuesto que los hay, pero no se entretienen en ese género ligero la novela, que se va quedando más bien para mujeres. Ellos están más centrados en lecturas más densas y conectadas con la realidad, como el Marca o el As, y en las profundas discusiones sobre temas ligueros que les concitan (y a las que los incitan).  Por lo tanto yo no quería hacer una novela de guerra y batallitas dirigida al ausente lector masculino. A las chicas, que son las lectoras, les preocupan los sentimientos. Inventé una historia de sentimientos y puse en ella muchas enseñanzas que a uno le ha ido dando la vida. Así como Madame Bovary era Flaubert (Madame Bovary cest moi) así yo soy una fusión en frío de doña Ermengarda y Marmite. 
Un libro de acción y aventuras trepidante, sin ripios ni cursilerías y con un rico vocabulario, rescatando no sólo palabras medievales, también desusadas como resultado de nuestra vida urbana. Este mínimo esfuerzo que se le pide al lector, en la que es quizás su novela mejor escrita o la más trabajada, ¿supone una protesta frente al empobrecimiento del lenguaje?, ¿reacción ante una tecnología de la información que se ha desarrollado mucho, pero no el contenido y la calidad de nuestros mensajes.
—No, yo no protesto ya por nada, o por casi nada. Me apetecía hacer un libro intenso, perfumado del castellano naciente y creciente de mis lecturas antiguas y me apliqué a ello con amor y perseverancia. Si ha salido bien, me congratulo y me doy por bien pagado.
Los protagonistas don Gualberto (Almafiera), su amada doña Eliabel de Nemours, doña Ermengarda y don Hugo de Tours, son extranjeros. ¿Por qué razón otorga tanto peso a unos guiris en un episodio bélico que consideramos plenamente hispano?
—Como estamos tan suspicaces con nuestras cuartas taifas (o sea, las 17 comunidades) no quería que nadie se sintiera halagado o zaherido por el origen de los personajes, así que todos guiris y aquí paz y después gloria. Aparte de que eso te permite ver el panorama nacional desde fuera.
Y la pregunta inevitable tras terminar esta maravilla, ¿en qué proyectos literarios e históricos estás trabajando ahora?
—Acabo de sacar Historia del mundo contada para escépticos que me ha dejado un poco para el arrastre. En cuanto me recomponga comenzaré el libro siguiente, que no sé todavía si será novela o ensayo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

David Vicente: "Tengo un pasado y no siempre demasiado confesable"

David Vicente no había nacido cuando el hombre llegó a la Luna, pero el tema le fascinó desde pequeño, hasta el punto de elegirlo para su debut como novelista. Forma parte de una generación de escritores preocupados por reivindicar la historia frente a lo literario, que no duda en publicar en Internet antes que en papel. En esto de contar historias y permitir que te las cuenten, ha desempeñado todos los papeles de la comedia. Sin embargo, su primera novela demuestra que éste es su sitio.

Entrevista de Care Santos


No sé si es usted consciente que su novela generará búsquedas en Google de los nombres de sus personajes principales. ¿Lo buscaba?

—¡Ah sí! Pues no, la verdad es que no tenía la menor idea. Si te digo la verdad y, aunque soy un usuario frecuente de la red, no suelo hacer búsquedas sobre mí mismo o sobre la propia novela. Uno tiene miedo de lo que pueda aparecer en la pantalla cuando pulsa el Enter. Como cualquiera, tengo un pasado y no siempre demasiado confesable. Ja ja ja.
Aunque sea un poco ingenuo preguntarlo: ¿cree usted, personalmente, que el hombre pisó la Luna?

—Aunque suene sorprendente, nunca me he planteado esa pregunta con el nivel de profundidad y análisis suficiente como para responderla de una manera seria y con una opinión formada. Supongo que sí, aunque hemos de reconocer que ese episodio de la historia da para el mito y la elucubración. En cualquier caso, me parece mucho más interesante las motivaciones que llevaron al hombre a alcanzar la Luna o, en su defecto, a fingirlo, tanto da. En este sentido hay una frase de uno de los astronautas que conformaron la expedición del Apolo 11, que yo recojo en el libro y que es bastante reveladora. Buz Aldrin dijo «Si llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en segundo plano... ».  Me parece que esa simple frase encierra mucho más de lo que parece y define en gran medida al ser humano.
La novela contagia un mensaje pesimista, en el sentido kafkiano, de la manipulación del hombre por parte del poder. ¿Por qué cree que es necesario, en estos momentos, hablar de esa relación?
—No sé  si es más necesario en este momento que en cualquier otro momento. La utilización del poder para manipular y someter a sus ciudadanos es algo que siempre ha estado presente. Casi es una característica genética del propio poder. Otra cosa es que en tiempos de crisis, sobre todo económica, todos seamos más conscientes de ello al ver en peligrar nuestro modo de vida burgués. De pronto todos nos volvemos más conscientes de los problemas propios y ajenos y más comprometidos con la situación política o social. Cuando para llegar a esa situación ha habido que recorrer un camino que no nos preocupó tanto en su momento.

En toda la novela está muy presente el asunto de la manipulación de la verdad. ¿Hay que estar muy loco para defender la verdad? ¿Los escritores entran dentro de esa categoría?
—Creo que más que defender o no la verdad, un término por otro lado muy relativo, lo que uno sí debe hacer es cuestionarse qué es verdad y qué es mentira y no dar siempre todo por hecho. Uno debe ser capaz de intentar ver todas las aristas del poliedro y buscar su propia manera de interpretar la realidad, evidentemente con la máxima información posible.Respecto a si los escritores entran o no dentro de esa categoría, no creo sinceramente que el escritor esté obligado a un compromiso mayor que cualquier otro tipo de ciudadano, ya sea fontanero o informático. De hecho creo que todos deberíamos tener un compromiso con el entorno que nos rodea y nuestra cotidianidad. Más allá del compromiso global y visible, creo que el compromiso diario de cada uno de nosotros es mucho más fundamental para crear una sociedad más habitable. De nada sirve ir a una manifestación puntualmente en contra de lo que sea o colgar en las redes sociales nuestra opinión indignada, si posteriormente no  alzamos la voz contra las injusticias que se producen en nuestro centro de trabajo, en nuestro vecindario o no somos solidarios con nuestro propio entorno. Como decía Unamuno creo que la intrahistoria, esa pequeña historia que todos construimos en nuestro día a día, es la que verdaderamente hace cambiar la historia. Aunque por supuesto tiene mucho menos glamur y te convierte en mucho menos “popular” (no luce tanto la solidaridad ejercida en el día a día como la solidaridad ejercida a 7000 km de distancia o ni siquiera como colgar un simple mensaje en Facebook o Twitter).El hecho de que el mundo esté como está, desde luego no es algo ajeno a cualquiera de nosotros, ni responsabilidad exclusiva de nuestros dirigentes. Deberíamos preguntarnos a veces, con un sentido autocrítico, cómo hemos llegado hasta donde estamos. Y no me refiero solo al tema económico.

Usted ha ocupado varias posiciones en torno al mundo editorial: desde la barrera, como informador; desde dentro, como editor; ya en el ruedo, ahora, como autor. ¿Cuál le ha dado más satisfacciones? ¿Siendo editor se aprende o se desaprende a ser escritor?
—Es una buena pregunta. Puede que en parte se desaprenda a ser escritor. Si te sientas a escribir con ojos de editor, pensando en qué condiciones debe reunir un buen libro, puede que no te salga una línea decente. En cuanto a qué me ha dado más satisfacciones, la verdad es que intento siempre disfrutar de todo lo que hago. Viví muy buenos momentos e hice buenos amigos como redactor del canal de literatura, Literalia TV, junto a un equipo de compañeros magníficos encabezados por Juan Manuel Peña y David Flores. Igualmente la época al frente de Ediciones Baladí fue una época maravillosa al lado de Nacho Lastra (hoy en día prácticamente un hermano para mí), en la que creo que ambos aprendimos mucho, a pesar de que la editorial no funcionase todo lo bien que hubiésemos querido.  Ahora, como autor, es distinto. Es algo que realizas en soledad. Pero la satisfacción de que alguien fuera de tu círculo tenga la posibilidad de leerte y transmitirte su opinión acerca de lo que has escrito también es muy gratificante.En general creo que he tenido mucha suerte, a pesar, como te digo, de que muchos proyectos se hayan quedado por el camino.

La novela apareció directamente en formato electrónico el pasado 12 de julio, ¿contento con la experiencia? ¿Qué le falta al libro electrónico en nuestro país?
 —Sí, muy contento de haber tenido la oportunidad de que mi novela inaugure el primer sello exclusivamente digital del Grupo Planeta, Ediciones Tagus, y de lo bien que me ha tratado su editora Adelaida Herrera. Respecto a qué le falta al libro electrónico, creo que entre otras cosas aprender de los errores que cometió la industria de la música. Tú no puedes vender un libro en formato electrónico tan solo un 20 o un 25 por ciento más barato que en formato tradicional, cuando el ahorro de costes es bastante mayor que eso. No existe almacenaje, distribución, librería, imprenta y, sobre todo, no tienes que asumir devoluciones (algo que es una losa dentro del sector). En ese sentido creo que la filosofía comercial de Ediciones Tagus, vendiendo sus ebooks entre 3 y 6 euros, es acertada, además de evidentemente más justa.

Fotos: Juan Manuel Peña

jueves, 21 de junio de 2012

Jaume Cabré: "Escribir es pasar años entre la niebla, sin brújula ni mapa"

Es un autor aclamado y valorado en medio mundo, pero parece conservar una timidez antigua y muy pegada a los huesos. Por lo menos eso he pensado las veces -pocas- en que he hablado con él en persona. Por teléfono, en cambio, Jaume Cabré cambia mucho. Su risa explota de vez en cuando, franca como la de un personaje de cuento infantil, pongamos un gigante. Es un hombre generoso, que demora las respuestas, derrocha pasión y humanidad. Yo no puedo evitar pensar que Adrián, el protagonista de Yo confieso, odia el teléfono, y hay un momento de la novela en que suspira preguntándose cuán feliz habría sido su vida sin ese aparato. Espero que al finalizar nuestra entrevista telefónica, el autor no haya secundado al personaje.


Entrevista de Care Santos

-Leyéndole da la impresión de que escribe usted riendo, sonriendo, dando saltos de alegría o de felicidad. Desde luego, nunca sufriendo. ¿Es así?

-Sufriendo seguro que no escribo, porque escribir es una alegría. Nunca sufro. Otra cosa es que se dan momentos de crisis, en que no sé por dónde voy, en que el caos es terrible y me fuerza a formularme preguntas de base. De qué estoy queriendo hablar, en el fondo, por ejemplo. Cuando esto ocurre pienso: bueno, tengo más trabajo que hacer. No me importa, no tengo prisa, ya lo conseguiré. Visto de este modo, cada día es una aventura. El proceso de elaboración es muy largo. Escribir es pasar años entre la niebla sin brújula ni mapa. Y aún más: tomando decisiones una tras otra, sin saber si son correctas o te llevarán a alguna parte.

-Uno de los asuntos de su obra es el poder, sobre el que siempre arroja una mirada muy crítica. ¿A qué cree que se debe?
-A menudo no sabes por qué haces las cosas. Hasta que alguien te lo dice y entonces te das cuenta. Es cierto, el poder aparece en mis novelas. Me he interrogado sobre esta obsesión o esta constancia y he llegado a la conclusión de que el poder forma parte de las personas. En nuestras relaciones siempre se manifiesta una relación de poder. Incluso en las relaciones de pareja, o de amistad, donde siempre hay uno que manda. Es probable que estas relaciones sean innatas a nuestra naturaleza. Es un asunto, por tanto, que está en la vida, y como tal me interesa.

-La naturaleza del mal, las razones de la creación artística, la búsqueda de la felicidad. Todos estos asuntos están en Yo confieso. ¿El Arte es un lugar más apropiado donde abordar los grandes asuntos?

-En general, el Arte tiene un poder del que carece la vida. Hay una pregunta que flota en el libro: ¿Es posible el Arte después del horror? Mueren las víctimas, pero también sus verdugos. Y los testigos directos, y aquellos que les juzgaron. Va quedando la realidad de Aushwitz en manos de los estudiosos que manejan datos objetivos. Y los datos objetivos no emocionan. En una novela, puedes conseguir que el lector entre contigo en el barracón del campo de concentración y contemple una escena horrible. Es un privilegio del Arte sobre la vida. Y del artista.


-En Jo confesso hay una relación de amistad entre Adrià, el protagonista, y Bernat. Adrià es estudioso, profesor, escritor. Bernat es violinista y escritor frustrado. Da la impresión de que ambos tienen muchos rasgos de usted mismo. ¿Son esos personajes una especie de desdoblamiento de usted mismo?

-Sí, ambos tienen cosas mías, pero en la medida en que las tienen todos mis personajes, incluidos los peores. En todos ellos pongo mi vida. La base de la amistad entre Adrià y Bernat es su admiración mutua. Adrià admira la dedicación y el talento de Bernat con el violín y Bernat admira de Adrián su inteligencia. A mí me ocurre algo similar con mis grandes amigos. Les quiero mucho, pero les admiro mucho. Me descubro ante ellos. No debemos perder la capacidad de admirarnos.

-Podríamos decir que el escenario de la novela es Europa. Y que, en ese sentido, es una historia con clara vocación europea, pues. ¿Debe este rasgo a los muchos lectores que tiene en otros idiomas o no fue premeditado? ¿Piensa en esos lectores, mientras escribe?

-Pienso en ellos, pero de un modo intuitovo, no consciente. A medida que mis novelas se han ido traduciendo he podido hablar con lectores de muchos lugares, que me han formulado preguntas muy interesantes y con quienes he mantenido grandes conversaciones. Todo eso hace que les tenga muy presentes, incluso a pesar de que nunca pienso en un lector concreto cuando escribo.


-Hábleme de su relación con sus traductores a otras lenguas.

-Es una relación que procuro que sea cómoda. Los traductores tienen que hacer su trabajo y tú debes dejarles que lo hagan. Yo me pongo a su disposición y les pido que no dejen de preguntarme cualquier duda, ya sea estilística, lingüística, cultural o de lo que sea. Hay algunos que van más a su aire y otros que quieren aclararlo todo. Una vez un traductor me gusta, procuro que haya continuidad. En algunos casos, llegan a conocerme tan bien que ya no necesitan preguntarme nada, como mi traductora al húngaro, que ya ha vertido a su idioma cuatro libros míos.


-¿Le ocurrió algo parecido con su traductora al castellano, Concha Cardeñoso Sáenz de Miera?

-Mi relación con Concha es muy especial. La conocí cuando, hace años, la revista Lateral me pidió un cuento. Iban a publicar el más corto de los relatos de Viatge d'hivern y me dijeron que ella sería mi traductora. Concha me envió una lista con algunas preguntas y me parecieron tan bien urdidas que enseguida me di cuenta de que era una persona que llegaba hasta el fondo de las cosas. Cuando vi el cuento terminado lo tuve muy claro. Tanto que propuse su nombre como traductora a mis editores de Destino. Sin embargo, cuando llamaron para encargarle la traducción,  Concha dijo que no podía. Se lo pedí casi de rodillas, y accedió. Hizo un trabajo inmenso y yo me limité a estar pendiente de todo. Fue extraordinario.

-¿Ha podido comenzar a trabajar en una nueva novela? ¿Nos puede adelantar algo?

-He comenzado, pero es tan débil aún que no puedo explicar nada. Sólo tengo hilos que no van a ninguna parte. Por ahora, no puedo dedicarle mucho tiempo. No puedo disponer de largas sesiones de escritura.

-¿Vive con frustración o con rabia el tener que postergar la escritura a causa de la promoción o las servidumbres de un libro anterior, como en este caso?

-Sería injusto llevarlo con disgusto, rabia o frustración, porque estoy muy contento de que me pase esto. Por mí, pero también por la literatura catalana, que siempre ha sido recibida en España con reticencias, y es gratificante ver que se superan estas trabas. Además, tengo deudas con mis editores. No sólo con los de aquí. También con los italianos, con los alemanes, con otros... Se lo debo. A pesar de todo, estoy negociando ya la retirada. Si todo va bien, espero pasar el verano trabajando mucho.




martes, 19 de junio de 2012

Juan Soto Ivars: “La vida del inédito es muy difícil”

Entrevista de María Dolores García Pastor

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) forma parte de una generación de jóvenes escritores que están dando mucho que hablar. A finales de 2011 su nombre empezó a hacerse muy popular en los círculos literarios por dos motivos: el polémico prólogo de la antología de relatos Mi madre es un pez, manifiesto del movimiento literario Nuevo Drama, y la publicación de su novela La conjetura Perelmán. En abril de este año vio la luz su opera prima, Siberia, un libro extraño que atrapa al lector y que esá escrito con tanta madurez que cuesta creer que sea obra de un escritor tan joven. Soto dice que el Nuevo Drama defiende la emoción y la vivencia y eso queda plasmado, sobre todo, en su primera novela. Y en cuanto a etiquetarlo como escritor o como alguien que escribe, hay pocas dudas, Siberia responde a esa pregunta y a muchas más.
Hace unos meses decía que no pretendía conseguir notoriedad con este libro ni tampoco ganar dinero, que se iba a dar el gusto de regalarlo a sus amigos. Para él era suficiente verlo editado, aunque hubiera sido un poco por el efecto dominó de la publicación de La conjetura Perelmán. Pero por esas cosas de la vida y del mundillo editorial, Siberia le está dando muchas alegrías, entre ellas la de hacerle merecedor del VI Premio Tormenta al Mejor Autor Revelación. Esperamos que sólo sea el principio.

–Estoy convencida de que, a partir de ahora, para sus lectores Siberia dejará de ser un lugar para convertirse en algo más pero, ¿qué es exactamente? ¿Un estado de ánimo? ¿La historia de un exilio autoimpuesto? ¿La crónica de una depresión?

Siberia era sinónimo de destierro en la Unión Soviética. Resulta que la cárcel puede ser un lugar sin muros, una extensión demasiado amplia como para pensar en escapar, una anulación del deseo de huida. Las encerronas en la vida son así, desde una depresión misteriosa al sentimiento de culpa más concreto y justificado significan un encierro en el todo, una reclusión en el espacio infinito que es la capacidad de elegir cuando la iniciativa y el empuje faltan. Quien se siente encerrado en Madrid con toda la vida por delante y en pleno siglo XXI está en una Siberia invisible. Puede echar a caminar hacia la salvación pero algo se lo impide. Esta es la Siberia que quise cristalizar.

–En el prólogo, Alejandro García Ingrisano nos dice que se trata de una novela autobiográfica. Conociendo este dato se diría que Siberia surgió en un momento complicado de su vida.

Y tanto. En un momento en que nadie me había dicho que lo que escribía estaba bien. Mira, ahora me dicen que la novela ha recibido un premio y apenas me lo puedo creer. Hace unos meses tampoco podía creerme que la novela saliera publicada. La vida del inédito es muy difícil: todos necesitamos algo de reconocimiento. Siberia tiene una parte de esto, el personaje protagonista no sabe si lo que escribe es bueno y ahí arranca una de las frustraciones del libro. La otra es el amor. Cuando escribí Siberia yo era un inédito y me iba francamente mal en el amor. Ahora veo que mi ambición fue convertir todo aquel dolor en belleza, ahora puedo decir: esto es lo que hay.

–Su Siberia la conforman la historia de Jonás, ese otro libro dentro del libro llamado "Frío siberiano" y esa especie de manual sobre la escritura. En cuanto a las ocho diferencias entre el escritor y el que escribe que se enuncian a lo largo del libro ¿son tantas y tan profundas?

En Siberia hay tres narradores. El primer narrador mira a Jonás desde la tercera persona, habla de él desde fuera. Ese narrador, que al final de la novela recibe su identidad al resolverse el misterio del punto de vista, traza las ocho diferencias. Son ocho diferencias que pesan sobre Jonás y que pesaban sobre mí cuando escribí el libro. Supongo que un lector que se encuentre en esa fase de inedición y de duda, de falta total de reconocimiento, podría entender que las ocho diferencias entre el escritor y el fracasado son reales.


–¿Dentro de qué grupo estaría Juan Soto Ivars, entre los escritores o entre los que escriben?

Cuando me das un premio soy el escritor, pero cuando me pongo con la novela siguiente vuelvo a ser el que escribe. Todo depende de cómo salga cada libro. Uno no está a salvo sólo por haber salvado las naves una y otra vez. Hay que volver a salvarlas siempre o dejarlo a tiempo.

–En cuanto a ese juego con la voz narrativa, ¿obedece a una manera del personaje o del propio autor de alejarse y reencontrarse consigo mismo? ¿Cuál es su objetivo?

Los narradores en Siberia son el principal misterio, la adivinanza que dejo al lector. Como herramienta, ese acercamiento de tercera persona, segunda y primera sirve para crear un efecto de zoom, para empezar viendo a Jonás desde el aire y acabar inyectado en su cabeza. Pero averiguar quién es ese narrador en cada parte es el juego, la gracia del chiste. Mejor dejar la incógnita por si alguien quiere hacer el crucigrama entero.

–¿Qué ocurrió entre la génesis de Siberia y la de La conjetura de Perelmán que los hace ser libros tan diferentes?

Mi amiga Desirée me dijo que había algo en común entre las dos novelas. Yo no me había dado cuenta, pero tiene toda la razón. En ambos libros el personaje central se enfrenta a un silencio abisal de otro personaje y trata de llevar adelante su vida con esa falta de respuesta. Ambos protagonistas conviven con el silencio y tratan de reaccionar. Pero la parafernalia de Perelmán con su violencia y su trama pulp es contradictoria a la intimidad dolorida de Siberia. La explicación es que escribiendo Perelmán disfruté y con Siberia sufrí como un cerdo.

–Siberia, Perelmán, ¿a qué se debe su predilección por Rusia? ¿Tiene que ver con su experiencia personal, sus lecturas?

Con Rusia tengo algo casi espiritual. Mis lecturas rusas son bastante exigentes y copiosas, supongo que es, después de España, el país del que he bebido más literatura y de forma más continuada. El experimento soviético me fascina, y también las extensiones de terreno yermas, las llanuras. Me pasa con Rusia lo que le pasaba a Washington Irving con Granada. Hay extrañas afinidades espirituales con geografías que no tienen nada que ver con la patria de uno. Hay patrias totalmente caprichosas. Uno ama fácilmente lo que han sufrido otros.

–En La conjetura de Perelmán se advierte una forma de contar y un ritmo muy cinematográficos. ¿Qué importancia tiene el cine en su escritura?

Para La conjetura de Perelmán, una importancia capital. Escribí esa novela después de Siberia, que está hecha de lecturas. La escribí viendo cine de Peckinpah, tragándome películas de acción una detrás de otra. Pensé en la estructura del libro como si fuera una película y traté de rodearme sólo de libros cinematográficos. Leí obras de teatro y guiones. Si hubiera podido elegir, La conjetura... hubiera sido una película. Y no una de las que se disfrutan espiritualmente, sino un producto de entretenimiento con pirotecnia y Bruce Willis.


–¿Dónde encajan cada una de sus novelas dentro del Nuevo Drama?

El Nuevo Drama tiene una premisa clara: para escribir hay que vivir sucio, hay que vivir fuerte. A la literatura que me interesa no le sirve que el escritor sea muy culto y tenga agilidad para experimentar con las formas. El Nuevo Drama defiende la historia, la emoción, el estilo y la vivencia. No pierde de vista al lector. Perelman tiene en cuenta al lector y Siberia tiene en cuenta la vivencia. Pero lo mejor del Nuevo Drama es su falta de estructura normativa. Manuel Astur va a publicar un poemario y será el siguiente en decir lo que le parece el Nuevo Drama. Hasta qué punto estaremos de acuerdo es algo que respecta solamente a la forma de vivir de cada uno.

–¿Qué será lo próximo con lo que nos sorprenderá?

Ahora mismo estoy con tres proyectos. Una novela sobre los crímenes del futuro que tengo en fase de corrección y que no sé si tiene que ver con las anteriores; un libro de crowfounding con el que quiero experimentar las posibilidades de Internet y de los cauces de creación colectiva; por último, una novela infantil, un libro divertido para niños con el que amortizar un poco el grave síndrome de Peter Pan que tenemos los oriundos de los años 80. Dios dirá, compañera. Ya te digo que vuelvo a ser el que escribe. Pienso que cada palabra impresa podría ser la última y no tengo ni idea de lo que será de mí. Pero agradezco en el alma que hayáis leído Siberia y le deis este reconocimiento. Ayuda a pisar el suelo, que es la verdadera forma de alzar el vuelo.

jueves, 15 de marzo de 2012

Alberto Montaner: ”El Poema del Cid tiene aún mucho que decirnos"

Después de tantos años "conviviendo" con la historia y el mito cidianos, me imagino que tendrás una visión muy personal del Cid histórico. ¿Cuál es?
—La verdad es que sí; después de todo este tiempo, es casi como un amigo de casa. La verdad es que al Cid histórico llegué más tarde; al principio me ocupé del personaje literario y su modelo histórico me interesó sólo en cuanto servía de base a aquel. Pero a fuerza de ir profundizando en diversos aspectos, como los documentos de la época o los textos más antiguos sobre el Campeador (la biografía y el himno latinos del siglo XII), empecé a acercarme más a la figura histórica, y descubrí un campo apasionante. Fue un personaje complejo, al que cuesta comprender desde nuestro sistema de valores. Por ejemplo, el concepto de mercenario con el que a veces se lo descalifica es absolutamente ajeno a la mentalidad medieval. Lo mismo vale para su supuesto "imperialismo castellano". En el mejor de los casos, se lo toma como un sano muchachote del norte que salió adelante a fuerza de golpes. Pero no es así. No solamente sabía escribir, en latín claro, pues no se escribía de otro modo en su época; también era un experto jurista y en el campo de batalla salió delante más a base de guerra psicológica que de fuerza bruta. Además, su gobierno de Valencia revela que tenía o al menos que llegó a desarrollar lo que hoy llamaríamos un verdadero proyecto político. Desde luego, todo eso se podrá enjuiciar histórica o moralmente de un modo u otro, pero al menos revela un personaje mucho más sutil y matizado de lo que tanto su exaltación tradicional como su ocasional denigración hacen creer.

El Cid pasó la mayor parte de su vida lejos de Castilla; sus relaciones con Alfonso VI fueron turbulentas, se enfrentó a otros condes castellanos, sirvió a reyes musulmanes, encontró su fortuna en Zaragoza y Valencia, y tengo la convicción de que nunca tuvo interés en regresar a tierras burgalesas, y sin embargo es el héroe castellano por excelencia, ¿paradojas del Destino?
—No deja de ser irónico, en efecto, que un personaje que realmente llega al culmen de su trayectoria no sólo fuera, sino en cierto modo al margen de Castilla sea, como bien dices, el héroe castellano por antonomasia. En realidad no sabemos hasta qué punto se desvinculó de su Vivar y Burgos natales. Alguna conexión debió de pervivir cuando doña Jimena hace enterrar los restos de su marido en Cardeña, tras la evacuación de Valencia en 1102. Por una carta de venta a dos canónigos de la catedral burgalesa, fechada en 1113 precisamente en Cardeña, sabemos que la viuda del Cid seguía en esa zona años más tarde, en lugar de regresar a su Asturias de origen o de reunirse con su hija Cristina en Monzón, gobernada su yerno. De modo que algo debía de quedar, además de las propiedades. Pero sin duda el sueño del Cid era convertir Valencia en un principado, si no exactamente independiente, cuando menos autónomo, bajo la tutela de Alfonso VI.

Leyendo el Cantar uno tiene la sensación de que territorialmente su origen no está en Castilla sino en el triángulo entre Medinaceli, Calatayud y Cella, territorios mayoritariamente aragoneses y fronterizos a finales del XII y principios del XIII. ¿Es correcto?
—Seguramente no es un texto castellano viejo, pero tampoco hay razones para vincularlo especialmente a Aragón. Desde luego, lingüísticamente no es aragonés. Ni siquiera se recuerda su alianza con el rey Pedro I. Pero sí es cierto que es un texto de frontera. Para la época en que se compuso, esta la marcaba la línea del Tajo, desde Cuenca hacia el sudoeste, pasando por Toledo. Dado el papel que desempeña en el poema esta última ciudad, ajena por completo al Cid histórico, lo más factible es que el Cantar se compusiese en lo que entonces se llamaba el "Regnum Toletanum". A lo mismo apunta el papel, de nuevo ajeno a la historia, que desempeña Álvar Fáñez, que fue gobernador de Cuenca, de Toledo o, como se recuerda (sin ninguna necesidad) en el propio poema, de la localidad alcarreña de Zorita de los Canes. En fin, la importancia que tienen en el texto disposiciones y actitudes que proceden de los fueros de extremadura de la familia Teruel-Cuenca, o que al menos enlazan con ellos, es también un argumento importante a favor de esta hipótesis.

El Cantar encierra numerosos enigmas extra-literarios, como la identidad de su autor o autores, que ha dado lugar a múltiples interpretaciones. Últimamente Dolores Oliver ha insinuado la autoría árabe del Cantar. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
—Se trata de una opción carente de fundamento. Quien quiera ver una justificación detallada puede leer la reseña que hemos publicado el investigador del CSIC Luis Molina y yo mismo en la revista "Al-Qantara". Baste decir que el texto no puede ser coetáneo del Cid histórico, dada la cantidad de datos que lo llevan a una fecha en torno a 1200, y que carece de cualquier rasgo lingüístico y estilístico que justifique la idea de un original árabe.

Todos los años salen al mercado varias ediciones del Cantar, algunas pésimas. ¿Cuánto hay de "arqueología" literaria en esto? El Cantar, ¿da tanto de sí?
—El Cantar da mucho de sí, pero no, desde luego, para que salga una edición nueva al año, sobre todo cuando hay ya en el mercado algunas excelentes. Pero como es un clásico que aún no se ha caído de los planes de estudio, se intenta sacar el correspondiente beneficio. Es una pena, porque a veces al lector se le da un producto, como bien dices, de pésima calidad, con el reclamo de un mejor precio. Pero en esto como en todo hay que saber buscar el equilibrio entre calidad y coste. Ahora bien, el poema como tal tiene aún mucho que decirnos. Y eso tanto en el plano de la investigación histórica y literaria como en el de la experiencia personal. Y ahí está el Camino del Cid para demostrarlo.