Con sencillez, naturalidad y muchísimo sentido del humor, Juan Eslava Galán desvela en esta entrevista alguna de las claves de su última novela, Últimas pasiones del caballero Almafiera (Planeta), una aventura emparentada con aquella feliz En busca del unicornio, que nos devuelve al mejor y más auténtico Eslava: el de la novela histórica de ambientación medieval. Sus filias, la relación con sus lectores y, en especial, con sus personajes quedan en sus palabras al descubierto.
—1212 es una de las escasas referencias históricas que todo español recuerda, ¿por qué?, ¿y por qué una celebración jovial y festiva de la batalla, que no una visión derrotista como es habitual, como tenemos de casi todos nuestros grandes acontecimientos históricos?
—Era una fecha fácil de recordar, doce-doce. Quería conmemorar la batalla que llevo toda la vida estudiando, pero ahora apenas hay lectores (hombres quiero decir) sino más bien lectoras. O sea, ya me hago un lío. No es que no haya lectores, por supuesto que los hay, pero no se entretienen en ese género ligero la novela, que se va quedando más bien para mujeres. Ellos están más centrados en lecturas más densas y conectadas con la realidad, como el Marca o el As, y en las profundas discusiones sobre temas ligueros que les concitan (y a las que los incitan). Por lo tanto yo no quería hacer una novela de guerra y batallitas dirigida al ausente lector masculino. A las chicas, que son las lectoras, les preocupan los sentimientos. Inventé una historia de sentimientos y puse en ella muchas enseñanzas que a uno le ha ido dando la vida. Así como Madame Bovary era Flaubert (Madame Bovary cest moi) así yo soy una fusión en frío de doña Ermengarda y Marmite.
—Un libro de acción y aventuras trepidante, sin ripios ni cursilerías y con un rico vocabulario, rescatando no sólo palabras medievales, también desusadas como resultado de nuestra vida urbana. Este mínimo esfuerzo que se le pide al lector, en la que es quizás su novela mejor escrita o la más trabajada, ¿supone una protesta frente al empobrecimiento del lenguaje?, ¿reacción ante una tecnología de la información que se ha desarrollado mucho, pero no el contenido y la calidad de nuestros mensajes.
—No, yo no protesto ya por nada, o por casi nada. Me apetecía hacer un libro intenso, perfumado del castellano naciente y creciente de mis lecturas antiguas y me apliqué a ello con amor y perseverancia. Si ha salido bien, me congratulo y me doy por bien pagado.
—Los protagonistas don Gualberto (Almafiera), su amada doña Eliabel de Nemours, doña Ermengarda y don Hugo de Tours, son extranjeros. ¿Por qué razón otorga tanto peso a unos guiris en un episodio bélico que consideramos plenamente hispano?
—Como estamos tan suspicaces con nuestras cuartas taifas (o sea, las 17 comunidades) no quería que nadie se sintiera halagado o zaherido por el origen de los personajes, así que todos guiris y aquí paz y después gloria. Aparte de que eso te permite ver el panorama nacional desde fuera.
—Y la pregunta inevitable tras terminar esta maravilla, ¿en qué proyectos literarios e históricos estás trabajando ahora?
—Acabo de sacar Historia del mundo contada para escépticos que me ha dejado un poco para el arrastre. En cuanto me recomponga comenzaré el libro siguiente, que no sé todavía si será novela o ensayo.
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