David Vicente no había nacido cuando el hombre llegó a la Luna,
pero el tema le fascinó desde pequeño, hasta el punto de elegirlo para
su debut como novelista. Forma parte de una generación de escritores
preocupados por reivindicar la historia frente a lo literario, que no
duda en publicar en Internet antes que en papel. En esto de contar
historias y permitir que te las cuenten, ha desempeñado todos los
papeles de la comedia. Sin embargo, su primera novela demuestra que
éste es su sitio.
Entrevista de Care Santos
—No sé si es usted consciente que su novela generará
búsquedas en Google de los nombres de sus personajes principales. ¿Lo
buscaba?
—¡Ah
sí! Pues no, la verdad es que no tenía la menor idea. Si te digo la
verdad y, aunque soy un usuario frecuente de la red, no suelo hacer
búsquedas sobre mí mismo o sobre la propia novela. Uno tiene miedo de
lo que pueda aparecer en la pantalla cuando pulsa el Enter. Como cualquiera, tengo un pasado y no siempre demasiado confesable. Ja ja ja.
—Aunque sea un poco ingenuo preguntarlo: ¿cree usted, personalmente,
que el hombre pisó la Luna?
—Aunque suene sorprendente, nunca me he
planteado esa pregunta con el nivel de profundidad y análisis suficiente como
para responderla de una manera seria y con una opinión formada. Supongo que sí,
aunque hemos de reconocer que ese episodio de la historia da para el mito y la
elucubración. En cualquier caso, me parece mucho más interesante las
motivaciones que llevaron al hombre a alcanzar la Luna o, en su defecto, a
fingirlo, tanto da. En este sentido hay una frase de uno de los astronautas que
conformaron la expedición del Apolo 11, que yo recojo en el libro y que es
bastante reveladora. Buz Aldrin dijo «Si
llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino
para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en
segundo plano... ». Me parece que
esa simple frase encierra mucho más de lo que parece y define en gran medida al
ser humano.
—La novela contagia un mensaje
pesimista, en el sentido kafkiano, de la manipulación del hombre por parte del
poder. ¿Por qué cree que es necesario, en estos momentos, hablar de esa
relación?
—No sé
si es más necesario en este momento que en cualquier otro momento. La
utilización del poder para manipular y someter a sus ciudadanos es algo que
siempre ha estado presente. Casi es una característica genética del propio
poder. Otra cosa es que en tiempos de crisis, sobre todo económica, todos
seamos más conscientes de ello al ver en peligrar nuestro modo de vida burgués.
De pronto todos nos volvemos más conscientes de los problemas propios y ajenos
y más comprometidos con la situación política o social. Cuando para llegar a
esa situación ha habido que recorrer un camino que no nos preocupó tanto en su
momento.
—En toda la novela está muy presente el asunto de la manipulación de la verdad. ¿Hay que estar muy loco para defender la verdad? ¿Los escritores entran dentro de esa categoría?
—En toda la novela está muy presente el asunto de la manipulación de la verdad. ¿Hay que estar muy loco para defender la verdad? ¿Los escritores entran dentro de esa categoría?
—Creo que más que defender o no la verdad,
un término por otro lado muy relativo, lo que uno sí debe hacer es cuestionarse
qué es verdad y qué es mentira y no dar siempre todo por hecho. Uno debe ser
capaz de intentar ver todas las aristas del poliedro y buscar su propia manera
de interpretar la realidad, evidentemente con la máxima información posible.Respecto a si los escritores entran o no
dentro de esa categoría, no creo sinceramente que el escritor esté obligado a
un compromiso mayor que cualquier otro tipo de ciudadano, ya sea fontanero o
informático. De hecho creo que todos deberíamos tener un compromiso con el
entorno que nos rodea y nuestra cotidianidad. Más allá del compromiso global y
visible, creo que el compromiso diario de cada uno de nosotros es mucho más
fundamental para crear una sociedad más habitable. De nada sirve ir a una
manifestación puntualmente en contra de lo que sea o colgar en las redes
sociales nuestra opinión indignada, si posteriormente no alzamos la voz contra las injusticias que se
producen en nuestro centro de trabajo, en nuestro vecindario o no somos
solidarios con nuestro propio entorno. Como decía Unamuno creo que la
intrahistoria, esa pequeña historia que todos construimos en nuestro día a día,
es la que verdaderamente hace cambiar la historia. Aunque por supuesto tiene
mucho menos glamur y te convierte en mucho menos “popular” (no luce tanto la
solidaridad ejercida en el día a día como la solidaridad ejercida a 7000 km de
distancia o ni siquiera como colgar un simple mensaje en Facebook o Twitter).El
hecho de que el mundo esté como está, desde luego no es algo ajeno a cualquiera
de nosotros, ni responsabilidad exclusiva de nuestros dirigentes. Deberíamos
preguntarnos a veces, con un sentido autocrítico, cómo hemos llegado hasta
donde estamos. Y no me refiero solo al tema económico.
—Usted ha ocupado varias posiciones en torno al mundo editorial: desde la barrera, como informador; desde dentro, como editor; ya en el ruedo, ahora, como autor. ¿Cuál le ha dado más satisfacciones? ¿Siendo editor se aprende o se desaprende a ser escritor?
—Usted ha ocupado varias posiciones en torno al mundo editorial: desde la barrera, como informador; desde dentro, como editor; ya en el ruedo, ahora, como autor. ¿Cuál le ha dado más satisfacciones? ¿Siendo editor se aprende o se desaprende a ser escritor?
—Es una buena pregunta. Puede que en parte
se desaprenda a ser escritor. Si te sientas a escribir con ojos de editor,
pensando en qué condiciones debe reunir un buen libro, puede que no te salga
una línea decente. En cuanto a qué me ha dado más
satisfacciones, la verdad es que intento siempre disfrutar de todo lo que hago.
Viví muy buenos momentos e hice buenos amigos como redactor del canal de
literatura, Literalia TV, junto a un equipo de compañeros magníficos encabezados
por Juan Manuel Peña y David Flores. Igualmente la época al frente de Ediciones
Baladí fue una época maravillosa al lado de Nacho Lastra (hoy en día
prácticamente un hermano para mí), en la que creo que ambos aprendimos mucho, a
pesar de que la editorial no funcionase todo lo bien que hubiésemos
querido. Ahora, como autor, es distinto. Es algo
que realizas en soledad. Pero la satisfacción de que alguien fuera de tu
círculo tenga la posibilidad de leerte y transmitirte su opinión acerca de lo
que has escrito también es muy gratificante.En general creo que he tenido mucha
suerte, a pesar, como te digo, de que muchos proyectos se hayan quedado por el
camino.
—La novela apareció directamente en formato electrónico el pasado 12 de julio, ¿contento con la experiencia? ¿Qué le falta al libro electrónico en nuestro país?
—La novela apareció directamente en formato electrónico el pasado 12 de julio, ¿contento con la experiencia? ¿Qué le falta al libro electrónico en nuestro país?
—Sí, muy contento de haber tenido la
oportunidad de que mi novela inaugure el primer sello exclusivamente digital
del Grupo Planeta, Ediciones Tagus, y de lo bien que me ha tratado su editora
Adelaida Herrera. Respecto a qué le falta al libro
electrónico, creo que entre otras cosas aprender de los errores que cometió la
industria de la música. Tú no puedes vender un libro en formato electrónico tan
solo un 20 o un 25 por ciento más barato que en formato tradicional, cuando el
ahorro de costes es bastante mayor que eso. No existe almacenaje, distribución,
librería, imprenta y, sobre todo, no tienes que asumir devoluciones (algo que
es una losa dentro del sector). En ese sentido creo que la filosofía
comercial de Ediciones Tagus, vendiendo sus ebooks entre 3 y 6 euros, es
acertada, además de evidentemente más justa.
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