Es un autor aclamado y valorado en medio mundo, pero parece conservar una timidez antigua y muy pegada a los huesos. Por lo menos eso he pensado las veces -pocas- en que he hablado con él en persona. Por teléfono, en cambio, Jaume Cabré cambia mucho. Su risa explota de vez en cuando, franca como la de un personaje de cuento infantil, pongamos un gigante. Es un hombre generoso, que demora las respuestas, derrocha pasión y humanidad. Yo no puedo evitar pensar que Adrián, el protagonista de Yo confieso, odia el teléfono, y hay un momento de la novela en que suspira preguntándose cuán feliz habría sido su vida sin ese aparato. Espero que al finalizar nuestra entrevista telefónica, el autor no haya secundado al personaje.
Entrevista de Care Santos
-Leyéndole da la impresión de que escribe usted riendo, sonriendo, dando saltos de alegría o de felicidad. Desde luego, nunca sufriendo. ¿Es así?
-Sufriendo seguro que no escribo, porque escribir es una alegría. Nunca sufro. Otra cosa es que se dan momentos de crisis, en que no sé por dónde voy, en que el caos es terrible y me fuerza a formularme preguntas de base. De qué estoy queriendo hablar, en el fondo, por ejemplo. Cuando esto ocurre pienso: bueno, tengo más trabajo que hacer. No me importa, no tengo prisa, ya lo conseguiré. Visto de este modo, cada día es una aventura. El proceso de elaboración es muy largo. Escribir es pasar años entre la niebla sin brújula ni mapa. Y aún más: tomando decisiones una tras otra, sin saber si son correctas o te llevarán a alguna parte.
-Uno de los asuntos de su obra es el poder, sobre el que siempre arroja una mirada muy crítica. ¿A qué cree que se debe?
-A menudo no sabes por qué haces las cosas. Hasta que alguien te lo dice y entonces te das cuenta. Es cierto, el poder aparece en mis novelas. Me he interrogado sobre esta obsesión o esta constancia y he llegado a la conclusión de que el poder forma parte de las personas. En nuestras relaciones siempre se manifiesta una relación de poder. Incluso en las relaciones de pareja, o de amistad, donde siempre hay uno que manda. Es probable que estas relaciones sean innatas a nuestra naturaleza. Es un asunto, por tanto, que está en la vida, y como tal me interesa.
-La naturaleza del mal, las razones de la creación artística, la búsqueda de la felicidad. Todos estos asuntos están en Yo confieso. ¿El Arte es un lugar más apropiado donde abordar los grandes asuntos?
-En general, el Arte tiene un poder del que carece la vida. Hay una pregunta que flota en el libro: ¿Es posible el Arte después del horror? Mueren las víctimas, pero también sus verdugos. Y los testigos directos, y aquellos que les juzgaron. Va quedando la realidad de Aushwitz en manos de los estudiosos que manejan datos objetivos. Y los datos objetivos no emocionan. En una novela, puedes conseguir que el lector entre contigo en el barracón del campo de concentración y contemple una escena horrible. Es un privilegio del Arte sobre la vida. Y del artista.
-En Jo confesso hay una relación de amistad entre Adrià, el protagonista, y Bernat. Adrià es estudioso, profesor, escritor. Bernat es violinista y escritor frustrado. Da la impresión de que ambos tienen muchos rasgos de usted mismo. ¿Son esos personajes una especie de desdoblamiento de usted mismo?
-Sí, ambos tienen cosas mías, pero en la medida en que las tienen todos mis personajes, incluidos los peores. En todos ellos pongo mi vida. La base de la amistad entre Adrià y Bernat es su admiración mutua. Adrià admira la dedicación y el talento de Bernat con el violín y Bernat admira de Adrián su inteligencia. A mí me ocurre algo similar con mis grandes amigos. Les quiero mucho, pero les admiro mucho. Me descubro ante ellos. No debemos perder la capacidad de admirarnos.
-Podríamos decir que el escenario de la novela es Europa. Y que, en ese sentido, es una historia con clara vocación europea, pues. ¿Debe este rasgo a los muchos lectores que tiene en otros idiomas o no fue premeditado? ¿Piensa en esos lectores, mientras escribe?
-Pienso en ellos, pero de un modo intuitovo, no consciente. A medida que mis novelas se han ido traduciendo he podido hablar con lectores de muchos lugares, que me han formulado preguntas muy interesantes y con quienes he mantenido grandes conversaciones. Todo eso hace que les tenga muy presentes, incluso a pesar de que nunca pienso en un lector concreto cuando escribo.
-Hábleme de su relación con sus traductores a otras lenguas.
-Es una relación que procuro que sea cómoda. Los traductores tienen que hacer su trabajo y tú debes dejarles que lo hagan. Yo me pongo a su disposición y les pido que no dejen de preguntarme cualquier duda, ya sea estilística, lingüística, cultural o de lo que sea. Hay algunos que van más a su aire y otros que quieren aclararlo todo. Una vez un traductor me gusta, procuro que haya continuidad. En algunos casos, llegan a conocerme tan bien que ya no necesitan preguntarme nada, como mi traductora al húngaro, que ya ha vertido a su idioma cuatro libros míos.
-¿Le ocurrió algo parecido con su traductora al castellano, Concha Cardeñoso Sáenz de Miera?
-Mi relación con Concha es muy especial. La conocí cuando, hace años, la revista Lateral me pidió un cuento. Iban a publicar el más corto de los relatos de Viatge d'hivern y me dijeron que ella sería mi traductora. Concha me envió una lista con algunas preguntas y me parecieron tan bien urdidas que enseguida me di cuenta de que era una persona que llegaba hasta el fondo de las cosas. Cuando vi el cuento terminado lo tuve muy claro. Tanto que propuse su nombre como traductora a mis editores de Destino. Sin embargo, cuando llamaron para encargarle la traducción, Concha dijo que no podía. Se lo pedí casi de rodillas, y accedió. Hizo un trabajo inmenso y yo me limité a estar pendiente de todo. Fue extraordinario.
-¿Ha podido comenzar a trabajar en una nueva novela? ¿Nos puede adelantar algo?
-He comenzado, pero es tan débil aún que no puedo explicar nada. Sólo tengo hilos que no van a ninguna parte. Por ahora, no puedo dedicarle mucho tiempo. No puedo disponer de largas sesiones de escritura.
-¿Vive con frustración o con rabia el tener que postergar la escritura a causa de la promoción o las servidumbres de un libro anterior, como en este caso?
-Sería injusto llevarlo con disgusto, rabia o frustración, porque estoy muy contento de que me pase esto. Por mí, pero también por la literatura catalana, que siempre ha sido recibida en España con reticencias, y es gratificante ver que se superan estas trabas. Además, tengo deudas con mis editores. No sólo con los de aquí. También con los italianos, con los alemanes, con otros... Se lo debo. A pesar de todo, estoy negociando ya la retirada. Si todo va bien, espero pasar el verano trabajando mucho.
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