10 dardos para diez dianas pretenden desvelar al público de La Tormenta quién es María Agra, joven madrileña, narradora, poeta, filóloga en ciernes, que publica con tan sólo 25 años su segundo libro de “breverías”. Aprovechando que Cualquiera podría quererte más que yo confirma su vocación, en esta entrevista intentaremos acudir al origen de todo y desvelar algunas líneas de aquello en lo que se puede convertir María Agra.
—¿Qué es eso de que una joven como usted pierda el tiempo escribiendo?
—La juventud siempre es relativa. Escribir es una forma de vivir, de vivir la vida desde otro prisma diferente al único que nos da la realidad. Las palabras cubren de belleza o fealdad todo lo que nos rodea y, sobre todo, nos explica a nosotros mismos. Creo que invertir el tiempo en escribir es una forma esencial de curiosidad.
—Es usted un tanto ecléctica en su forma de escribir y sin embargo es todo una clásica en la temática (el amor, el despecho, el reencuentro). ¿Está de acuerdo con esta semblanza?
—Estoy de acuerdo, creo que lo ecléctico de mi escritura se debe a que soy hija de mi tiempo, observo mi mundo, todo lo que me rodea y trato de buscar alternativas comprensibles en las palabras. Pero no puedo escapar de mi esencia, por suerte o desgracia, yo nací humana; y los seres humanos siempre hemos sido lo mismo: amor y corazón, soledad y búsqueda.
—¿Por qué un género tan breve y tan indefenido? ¿Qué le aporta respecto a la novela u otros géneros más clásicos?
—Me aporta, sin duda, libertad y sinceridad. He escrito mucha poesía y estoy trabajando en novela, pero creo que este género entre el cuento y la "brevería" es una forma de flujo de pensamiento, sin normas muy establecidas ni mediciones de estructura. Creo que la palabra nace, que existe antes de que nosotros mismos la conozcamos, y "Cualquiera podría quererte más que yo" nació con este rostro.
—¿Qué escritores le convirtieron en escritora?
—No sabría retroceder hasta el momento del nacimiento. Pero sí tengo nombres que me han marcado como giros radicales en mi vida. En mi adolescencia me enamoré de Ángela Becerra, de sus historias de amor nacidas en el alma, de sus personajes. En su imagen concebí que eso era lo que yo quería para mí, me definió en un camino. Me cautivó, también, Pedro Salinas y su sencillez al expresar el interior complejo. Jaime Sabines o Benedetti. Una transformación grande se la debo a Juan José Millás y sus obsesivas historias. Por supuesto, desde el inicio del libro, aparece el escritor que partió mi vida en dos, y que se ha convertido en alguien familiar, parte de mi día a día; el maestro Julio Cortázar. Aunque nombrar me resulta difícil.
—¿Qué libros le convirtieron en lectora?
—En lectora, más que libros, me convirtieron mis padres: Javier y Aurora. Recuerdo infinitas noches a mi padre inventándose cuentos, o leyéndomelos. A mi madre, que leía cuentos y poemas conmigo y después dibujábamos lo que aparecía en ellos. Sin embargo, si tuviera que nombrar un libro, aunque es un pasado bastante reciente, sería Lo que le falta al tiempo de Ángela Becerra. De la niñez tengo muy vivos Fray Perico y su borrico y los poemas de Lorca.
—Aprovechando que está en el ecuador de su carrera filológica, ¿cuánto de su aprendizaje le debe a la universidad, cuánto a la vida y cuánto a otros prestamistas?
—He notado un cambio enorme desde que entré en Filología, he descubierto muchísimos autores y modos más académicos de literatura. He tenido grandes profesores que me han aportado conocimiento pero, sobre todo, ilusión. Sin embargo, a la vida se lo debo todo; el vivir y experimentar es lo que nos hace personas. Creo que ser profesional sin ser persona no tiene gran sentido. Y en el vivir están los prestamistas, me nutro de otras personas siempre. Ni este libro ni yo seríamos posibles sin las personas que tengo cerca. Todo es un puzle que encaja.
—Este verano. ¿se quedará en Madrid "currando" para costearse la carrera, se irá de vacaciones o empezará su próximo libro?
—Empezar un nuevo libro es una causa perdida, siempre tengo un nuevo libro, siempre estoy escribiendo algo. Puedo hacerlo igual a la salida del trabajo que tomando el sol en la playa o en el pico de una montaña. Este verano dejaré que la vida me sorprenda.
—Teniendo en cuenta su edad, ¿cree que aquello de "la experiencia es un grado" es un tópico o hay mucho de cierto? Geraldine Chaplin, por ejemplo, siempre afirma que uno es rotundamente más sabio cuando es joven que cuando es viejo.
—Una de las cosas más importantes de la vida es aprender a envejecer con elegancia. Creo en el paso del tiempo como algo provechoso. La importancia de asumirnos a nosotros mismos. Aunque sí, cuando se es joven se tienen todos esos valores tan preciados: la ilusión, la inocencia, la sorpresa. Todo lo que nos mantiene vivos y eso es lo que yo considero sabiduría. No hay que perderlo jamás, ese es uno de mis grandes proyectos de vida.
—¿En quién piensa cuando escribe? O en otras palabras: ¿tiene un lector ideal?
—Un lector cómplice que diría Cortázar. Un lector que se involucre en el texto, que sienta por sí mismo, que busque, que indague. Porque un texto nunca es sólo la superficie, siempre hay mucho más. El lector ideal, para mí, será aquel capaz de sentir, es lo esencial.
—¿Próximos proyectos?
—Siempre hay próximos proyectos, porque cuando se es algo no se puede luchar contra ello. Así que sí, siempre los hay. Ahora mismo estoy trabajando en lo que será mi primera novela, que viene después de muchos bocetos de otras. Y, como decía, no perder todo aquello que nos mantiene vivos.
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