Entrevista de Fernando Sánchez Calvo
Fernando García Maroto es un matemático que, como no podía ser de otra manera, cree en la palabra exacta. Es autor de las novelas La geografía de los días, La distancia entre dos puntos y Los apartados, Premio Entelequia de Novela 2011. En esta entrevista para La Tormenta en un Vaso hablaremos de sus referentes narrativos, sus estrategias, su relación con la ficción y sus nuevos proyectos.
—Su origen es la propia necesidad que tengo de escribir, de ir creando una voz propia, construyendo un discurso coherente. Y todo esto siempre a partir de una escritura precisa y una prosa cuidada.
—La novela, como simbiosis del género negro y del western, responde obviamente a unos clichés. ¿A cuáles de ellos se les saca más partido en el proceso de escritura?
—Sobre todo a la enorme capacidad para la ficción que me permiten: cualquier cosa es posible, y la verdad no es tan importante como el realismo, como la dureza y la sordidez del mismo.
—«No se le puede hacer más daño a quien ha decidido como elección no sufrir». Es una cita de las páginas finales de la novela. ¿El pesimismo como forma de vida o como coraza?
—Si me pregunta por la novela, por la ficción, una mezcla de ambas: forma de vida y también coraza. A fin de cuentas, el pesimismo entendido como forma de vida todavía deja un pequeño resquicio a la esperanza, y no es necesariamente malo.
—El espacio (mítico y asfixiante), la corrupción sexual y el protagonista, nos llevan a Juan Rulfo. ¿Se reconoce en él?
—En Juan Rulfo, un poco sí. Pero también, y por los mismos motivos descritos, en el José Donoso de El lugar sin límites, con ese territorio cerrado y malsano llamado Estación El Olivo, metáfora evidente del infierno. Y en Juan Carlos Onetti, con toda la crudeza de su Santa María, ciudad ficticia por antonomasia dentro de la literatura en castellano, y una de mis predilectas por su enorme capacidad de evocación y por la grandiosa mitología construida con maestría a su alrededor.
—¿Qué tiene Villa de Santa María, de Comala o de Macondo?
—Como le digo, de Santa María mucho; o eso me gustaría. Quizá menos de Comala o Macondo, aunque todos estos lugares, y Villa no es una excepción, le deben mucho, puede que todo, a aquel otro condado de Jefferson de William Faulkner. El ambiente opresivo, la maledicencia de sus gentes, los proyectos desbaratados, las rencillas personales y los secretos inconfesables, con todo su equipaje de rencores, futuras traiciones y venganzas, se encuentran también presentes en este lugar al que he tratado de dar forma y algo de sentido.
—La pregunta del millón: ¿es Villa quien corrompe a los apartados que habitan en ella o son los apartados quienes han hecho de Villa ese infierno que es?
—El infierno ha perdido su carácter divino: las personas, en este caso los personajes, son quienes crean el infierno. A mi modo de ver, y a estas alturas, de eso ya no cabe duda alguna.
—En una palabra, ¿cuál es el sentimiento que le provocan a usted, como padre, todas las criaturas de esta novela? ¿Tiene alguna preferida, por la que sienta debilidad?
—Desamparo: una vez puestas en el mundo, casi todo depende de ellas; y por desgracia se empeñan en el fracaso. No me decanto por ninguna, sería difícil elegir. Sin existir claramente una exactitud biográfica, todas estas criaturas tienen algo de mí que las ata a mis entrañas.
—Cuando se escribe, ¿uno siempre necesita saber hacia dónde va?
—Desconozco qué pasa por la cabeza de cada autor, pero yo sí que lo necesito. Sin embargo, cada personaje y cada situación conspiran de una manera muy diferente, a veces incluso contradictoria, para conseguir ese propósito final que yo me impongo y por el que ellos inevitablemente optan.
—¿De qué escritor ha aprendido más y el qué?
—Siempre he abordado mis lecturas con afán de disfrute, siendo un lector activo, pero no en clave de enseñanza o aprendizaje. Por eso, si algún escritor me ha enseñado algo, ha sido de manera involuntaria; y si yo a pesar de todo lo he aprendido, ha sido inconscientemente; que a fin de cuentas es como mejor se recuerdan las cosas. No obstante, las influencias son inevitables, y demasiadas como para elegir sólo una. Cometiendo una injusticia con los demás, y lamentándolo, me quedo con el citado Onetti: en él, la palabra consigue dignificar las más pequeñas acciones, los personajes más ridículos, y poner a cada uno en su sitio. Creo que consiguió, partiendo de un universo limitado y particular, alcanzar a todos, representarnos de algún modo, darnos voz.
—¿Cuál es su próximo proyecto?
—Uno que estoy deseando vea ya la luz, aunque tendremos que esperar todavía un poco, hasta el último tercio de este mismo año: un libro de relatos titulado La vida calcada que publicará la editorial mexicana-estadounidense Paroxismo: una editorial joven, independiente, que arriesga, apuesta y da cabida a escritores de aquí y de allá que están empezando. Creo que un autor no puede pedir más.
1 comentario:
A modo de "Fe de Erratas", la editorial que ha publicado "Los apartados" se llama Eutelequia, no Entelequia.
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