Fotografía: Miguel González de la Fuente
Debutó con la historia de una hermosa amistad interracial rodeada de moscas. Su segunda historia aborda un asunto tan necesario como delicado, pero lo hace con lo que ya podríamos considerar marcas de la casa: ternura y buen humor. Aunque cueste creerlo. Nahir Gutiérrez conoce todos los secretos del mundo editorial: pisa sobre seguro. En esta entrevista exclusiva para La Tormenta en un Vaso nos cuenta qué ha significado para ella el premio Apel·les Mestres y qué será lo siguiente.
—Con su segundo álbum para niños se ha alzado con el Apel·les Mestres de libro infantil. ¿Qué se siente al ver su nombre en la lista de uno de los premios más prestigiosos de su género?
Digamos que lo primero…. una incredulidad muy grande pero una emoción muy fuerte, la boca seca, los ojos llenos de lágrimas, el corazón a 190 y las manos frías.
—¿Por qué hay que hablar de la muerte a los niños? ¿Sirve la literatura para combatir la ausencia de un ser querido?
No se me ocurre nada para lo que no sirva la literatura… las penas de amor, muscular la ironía o darse cuenta que no estás sola en el mundo ante media docena de problemas universales de gran dimensión. Si los niños tienen que enfrentarse a la muerte, mejor que tengan palabras para ello. Hablarles es bueno en general, de modo que es bueno también en particular.
—Se adivinan en su álbum los mimbres autobiográficos. ¿Quién fue la güelita Queta?
Mi abuela fue una mujer que lo que merecía sin duda era una novela. Si alguna vez reuniera el tiempo y el talento, no dudes que la tendrá. Diría que era una mujer única pero he recibido notas maravillosas (ya ves, tan pronto…) a la recepción de mi cuento, que me hablan de otras abuelas con el mismo arrebato de admiración, de modo que lo que creo que es única, es esa especie —sin duda en vías de extinción— que fueron las mujeres de esa época.
—¿Cómo fue el trabajo con Àlex Omist? ¿Ilustró él sus palabras o usted puso texto a sus dibujos?
Álex se ocupó del milagro. De ponerle colores a la emoción y de mantenerla en los márgenes que ambos sabíamos que debía tener . Convinimos que la protagonista no aparecería nunca, de modo que cada uno pudiera escoger quién está detrás de esa colección de recuerdos y reflejar en ella su pérdida ; llámalo cuento interactivo…
—Es usted directora de comunicación de una prestigiosa editorial. A la hora de hablar de su propia obra, ¿eso es una ventaja o un inconveniente?
Quiero pensar que una ventaja, salvo que a veces me siento como quien ha pasado al otro lado del espejo y otras veces no me da tiempo a cambiarme, ¡como Supermán, en una cabina de teléfonos! Pero es maravilloso recibir los comentarios de amigos del gremio y por gremio y por amigos entiendo todas sus partes : autores, periodistas, colegas de profesión... Lo mejor de este empleo y lo mejor del mundo en general es la gente, ya sabes, ¡viva la gente! , y así hace que me sienta…
—Su primer libro fue un canto a la amistad —con mucho sentido del humor— y el segundo, una tierna mirada sobre la pérdida de un familiar. Dos libros completamente diferentes. ¿Qué viene ahora?
Mentiría si te dijera que tengo remota idea…Este último me asaltó del tirón y tuvimos la suerte de ganar el Premio, de modo que casi no digerí la escritura y ya lo vi publicado. Hipólito y Serafín tardé casi seis años en publicarlo… No sé, ¡espero otro glorioso asalto en cualquier esquina!
—Con su segundo álbum para niños se ha alzado con el Apel·les Mestres de libro infantil. ¿Qué se siente al ver su nombre en la lista de uno de los premios más prestigiosos de su género?
Digamos que lo primero…. una incredulidad muy grande pero una emoción muy fuerte, la boca seca, los ojos llenos de lágrimas, el corazón a 190 y las manos frías.
—¿Por qué hay que hablar de la muerte a los niños? ¿Sirve la literatura para combatir la ausencia de un ser querido?
No se me ocurre nada para lo que no sirva la literatura… las penas de amor, muscular la ironía o darse cuenta que no estás sola en el mundo ante media docena de problemas universales de gran dimensión. Si los niños tienen que enfrentarse a la muerte, mejor que tengan palabras para ello. Hablarles es bueno en general, de modo que es bueno también en particular.
—Se adivinan en su álbum los mimbres autobiográficos. ¿Quién fue la güelita Queta?
Mi abuela fue una mujer que lo que merecía sin duda era una novela. Si alguna vez reuniera el tiempo y el talento, no dudes que la tendrá. Diría que era una mujer única pero he recibido notas maravillosas (ya ves, tan pronto…) a la recepción de mi cuento, que me hablan de otras abuelas con el mismo arrebato de admiración, de modo que lo que creo que es única, es esa especie —sin duda en vías de extinción— que fueron las mujeres de esa época.
—¿Cómo fue el trabajo con Àlex Omist? ¿Ilustró él sus palabras o usted puso texto a sus dibujos?
Álex se ocupó del milagro. De ponerle colores a la emoción y de mantenerla en los márgenes que ambos sabíamos que debía tener . Convinimos que la protagonista no aparecería nunca, de modo que cada uno pudiera escoger quién está detrás de esa colección de recuerdos y reflejar en ella su pérdida ; llámalo cuento interactivo…
—Es usted directora de comunicación de una prestigiosa editorial. A la hora de hablar de su propia obra, ¿eso es una ventaja o un inconveniente?
Quiero pensar que una ventaja, salvo que a veces me siento como quien ha pasado al otro lado del espejo y otras veces no me da tiempo a cambiarme, ¡como Supermán, en una cabina de teléfonos! Pero es maravilloso recibir los comentarios de amigos del gremio y por gremio y por amigos entiendo todas sus partes : autores, periodistas, colegas de profesión... Lo mejor de este empleo y lo mejor del mundo en general es la gente, ya sabes, ¡viva la gente! , y así hace que me sienta…
—Su primer libro fue un canto a la amistad —con mucho sentido del humor— y el segundo, una tierna mirada sobre la pérdida de un familiar. Dos libros completamente diferentes. ¿Qué viene ahora?
Mentiría si te dijera que tengo remota idea…Este último me asaltó del tirón y tuvimos la suerte de ganar el Premio, de modo que casi no digerí la escritura y ya lo vi publicado. Hipólito y Serafín tardé casi seis años en publicarlo… No sé, ¡espero otro glorioso asalto en cualquier esquina!
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