-El punto de partida es la reflexión sobre el miedo ambiental: dónde nacen esos miedos, cómo actúan, como se difunden, qué consecuencias tienen. Pero ese pensamiento inicial es, digamos, narrativo. Al preguntarme sobre cómo el miedo condiciona nuestras decisiones, lo hago a partir de un planteamiento narrativo: imaginar cómo reaccionaría alguien a una situación como la planteada. La historia que cuento en la novela es un vehículo para desarrollar una idea, pero no parto de una idea en el vacío y a partir de ella buscar personajes y situaciones, sino que el pensamiento inicial, la pregunta de partida, va madurando con bases narrativas. De cualquier modo, el proceso de reflexión sobre el que crece la novela trabaja a la manera de ondas concéntricas que van ampliando el campo: parto de mi propio miedo, desde él observo el de quienes me rodean, y acabo por ampliar el campo de visión a mi entorno, mi ciudad, mi tiempo.
-¿Crees que se trata de un libro pesimista?
-Es un libro que no ofrece soluciones, respuestas, y que a cambio puede dejar un mensaje desesperanzador: que el miedo es difícil de someter a la razón; que los miedos son muchos, se acumulan, crecen; que la violencia genera más violencia; que las respuestas defensivas provocan más inseguridad y más temor y más violencia al fin. Sin embargo, en el fondo hay un lamamiento a la razón, a enfrentarse con algunos miedos, desenmascarlos, ver a quién benefician, devolverlos a su tamaño natural.
-El país del miedo tiene un gran "ramalazo" ensayístico. ¿Te has planteado en algún momento abandonar la ficción y abordar los temas que te interesen únicamente desde el punto de vista del ensayo o la crónica?
-Como decía antes, mi pensamiento tiene base narrativa. Pienso en términos de relato, y aunque algunas partes de la novela pueden parecer artículos independientes de tipo ensayístico, todos se construyen a partir de historias, personajes, situaciones, que visten las ideas planteadas. Creo que la novela, desde el momento en que no es ajena a lo ensayístico, es la escritura en que me siento más cómodo, pero también la más eficaz.-¿Crees que se trata de un libro pesimista?
-Es un libro que no ofrece soluciones, respuestas, y que a cambio puede dejar un mensaje desesperanzador: que el miedo es difícil de someter a la razón; que los miedos son muchos, se acumulan, crecen; que la violencia genera más violencia; que las respuestas defensivas provocan más inseguridad y más temor y más violencia al fin. Sin embargo, en el fondo hay un lamamiento a la razón, a enfrentarse con algunos miedos, desenmascarlos, ver a quién benefician, devolverlos a su tamaño natural.
-El país del miedo tiene un gran "ramalazo" ensayístico. ¿Te has planteado en algún momento abandonar la ficción y abordar los temas que te interesen únicamente desde el punto de vista del ensayo o la crónica?
-De Carlos, de su modo de pensar y obrar, lo conocemos casi todo, no así de su mujer e hijo. ¿Qué misión cumplen en la novela Sara y Pablo?
-La mujer y el hijo son aquello cercano de lo que Carlos se va alejando cada vez más. Cree protegerlos y sin embargo los convierte en extraños, los aisla, no sólo para que no les alcance el daño que él sufre, sino también por desconfianza, porque él piensa que su salvación será individual, que no puede esperar ayuda ni en su familia ni en su entorno social, ni en la colectividad, ni en las instituciones. Su encierro progresivo es el propio de una sociedad en que los lazos solidarios se pierden y no nos ofrecen más solución que la que uno mismo sepa encontrar, sin ayuda externa.
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